Relatos


AMARGURAS
Se abrió la puerta del ascensor y de bruces me encontré con un inmenso vacío, sentí que mi vida no valía nada, Carmen me acababa de dejar y mi vida se desmoronaba poco a poco, ya no volvería a pisar aquella mullida alfombra ni volvería a sentir el goce de su cuerpo. Veinticinco años de convivencia se habían ido a tomar por el culo de la manera más injusta y cruel, Carmen en uno de sus congresos encontró un nuevo amor quince años más joven que ella, alguien que según ella le había hecho conocer el amor de verdad, y el sexo; del sexo me dijo que nunca había experimentado nada  mejor en los veinte  años que lo llevaba practicando conmigo. A mí eso me hizo empequeñecer hasta parecer una pulga insignificante, un piojo inmundo, asestándole un duro golpe a mi hombría, ¡más aun que dejarme!. Yo podía entender que me dejara porque se había enamorado, ¿pero humillarme?, ¿Por qué?, ¿para qué?, ¿Qué sentido tenía?. Nunca creí que estaba tan resentida conmigo, siempre creía que éramos felices tal cual y como estábamos y ese fue mi mayor error, el no prender día a día la llama de la pasión. Una pasión que ahora se encargaba de darle una persona quince años menor que ella, y que como me dijo, se encargaba de darle bien, que había encontrado algo que yo no le podía dar jamás y que nunca podría superar, así que no me molestara en intentarlo porque no merecía la pena perder tiempo, ya que ella no iba a cambiar de opinión. Y sin más me echo de casa. Cuando me lo dijo sentí como si mil navajas se clavaran todas de golpe en mi corazón. Me dijo que me dejaba por mi frialdad, porque no había sabido resucitar la llama de nuestro amor, algo a lo que yo no pude contestar porque consideraba que tenía razón. Que no quería más dramas en su vida algo a lo que yo había contribuido bastante, con su  nuevo amor había conseguido algo que conmigo nunca tuvo; La risa, una risa que conmigo hacía años que se había acabado y que ahora recuperaba día tras día, ya que se había cansado de estar triste, la vida solo se vivía una vez y eso conmigo resultaba imposible de un tiempo a esta parte. Que se había acabado la oscuridad y que para ella y su nueva pareja comenzaba una primavera constante. Amargura es lo único que me quedaba, una amargura que  iba arrastrando con mi maleta hacia mi nueva vida. Que me quedaba ya, más que la tristeza, Carmen se había hartado de mí y mi recuperación seria lenta, dolorosa, pero de lo que si estaba seguro es de que me recuperaría: Lo primero que tenía que hacer era borrar de mi mente todas aquellas fobias y manías que tenía, para poder ser feliz y Carmen me había mostrado el camino.
Con las mismas me fui a un hotel donde allí se me abrió otra puerta de ascensor y dentro me encontré un montón de posibilidades y un mundo por descubrir. Lo que más me jodia de todo era que el nuevo amor de mi mujer se llamaba LAURA.

Amelia
Amelia Gómez era una mujer bastante normal, a sus cincuenta años de vida no aspiraba a otra cosa que dar a sus hijos una buena educación para que pudieran buscarse la vida con las menos complicaciones posibles, y para ello lo primero que tuvo que hacer es quitarse a un marido borracho y maltratador.
Amelia se levantaba todos los días, de lunes a domingo a las cinco de la mañana para ir a limpiar primeramente a casa de unos señores y dejarles la comida preparada, eso le ocupaba cuatro horas de la mañana, las otras cuatro las ocupaba en diversas tareas, desde sacar ancianos a pasear hasta pasear algún perro al parque. Pero aún así Amelia era una mujer feliz, su pensamiento era; “Si otros están peor que yo,”   con ver a sus dos hijos felices y estudiando era bastante para ella, y eso que Amelia para sus cincuenta años no era mujer que estuviera nada mal, si acaso tenía unos kilitos de más, pero eso no le importaba. Alta con una melena negra que le llegaba hasta la cintura y un imponente físico, ya que con sus ojos verdes almendrados que destacaban en una tez morena, era una mujer llamativa, siempre pasaba por una obra a las siete de la mañana y siempre como cada mañana se llevaba los piropos de José un albañil cincuentón, hasta una carta de amor que Amelia rehusó por miedo a su anterior fracaso le escribió el tal José. Pero no penséis que Amelia estaba triste, ella trabajaba mucho si, pero le compensaba el haberse librado de un marido cabrón, y para ella el haberse quitado el miedo que le tenía ya era una batalla ganada.
Para Amelia pasaron los años poco a poco, casi sin enterarse trabajando sin descanso y sin apenas tiempo para ella, nunca se quejó ni protesto. Lo mejor que le paso fue cuando se graduaron los gemelos, uno en derecho y otro en económicas, en ese momento Amelia vio su recompensa a tanto esfuerzo durante años de duro trabajo, y desde entonces Amelia fue un poco más feliz.
Ahora Amelia ya no trabaja, se la llevo uno de sus hijos a Canadá, allí vive feliz junto a su familia con dos nietos encantadores que llenan todo su tiempo. Al otro hijo lo tiene cerca ya que vive en el norte de Estados Unidos. José el albañil también vive con ellos, las cartas de amor que le enviaba hicieron su efecto,
             “Querida Amelia te escribo pensando en tu mirada, en tu andar, en la manera
               de atusarte el pelo y en la manera de cómo me sonríes al pasar. Imagino una
              vida maravillosa a tu lado, cuidándote, mimándote y colmándote de atenciones,
              imagino una vida amándote a todas las horas del día, y que para nosotros siem-
            pre sea San Valentín.”
Amelia por fin fue feliz en la vida.


El tesoro


        Entre en la casa  a oscuras buscando lo que nadie había encontrado, él tesoro  que todo el mundo buscaba y que nadie encontraba. Pero me había propuesto hallar ese tesoro que todo el mundo buscaba y nadie había conseguido hasta la fecha encontrar.
         La primera vez que oyó hablar  del tesoro  fue a su amigo Jaime, pobre Jaime lo encontraron en un callejón con un balazo en el pecho, de eso hacía ya seis meses   , nadie sabía  hasta la fecha quien y porque había matado a Jaime ,lo cierto era que lo primero  que pensé al enterarme de la noticia es que había muerto por el tesoro .
           Jaime me conto que en la casa de la esquina vivió un mafioso de la ley seca  de los años treinta, escondiendo en su interior una cantidad de joyas y dinero ,el mafioso murió en extrañas circunstancias  sin que le contara a nadie el escondite  de todo ese dinero y joyas desde  que murió el mafioso hasta nuestros  días habían fallecido mas de cien personas .Y allí me encontraba yo con una linterna ,un macuto, bocadillos  y el mapa de Jaime buscando el dinero y las joyas .Me encontraba en la planta baja cuando sonó un ruido  a mi espalda, me gire y vi un haz de luz intensa , eche a correr por el pasillo aterrorizado ,nunca antes había visto nada igual .Corriendo y sin mirar atrás encontré la escalera que se dirigía a la primera planta ,sin dudarlo subí ,el haz de luz cada vez se encontraba más cerca, estúpido de mi pensé voy a morir por un tesoro que ni yo mismo creo que exista.
          Abrí la primera puerta que vi , sin pensármelo dos veces  me metí dentro, cerrando y atrancando la puerta con lo primero que encontré, mi respiración era agitada a causa de la carrera ,me senté y eche un trago de agua, cuándo oí una carcajada fantasmal:
-          Ja ja ja ja, creías que ibas a poder escapar de mi. Estúpido aquí se entra pero no se sale. Dijo el haz de luz.
-          Pero ,¿Por qué?.- pregunte
-          ¿Por qué? , preguntas, te voy a  hacer otra pregunta. ¿Porque os puede la avaricia?.¿No podéis ser felices con lo que tenéis?.
          Sin dejarme  contestarle el haz de luz tomo forma ,convirtiéndose en el mafioso de la casa, del sobaco se saco una pistola disparándome ,en el momento de mi muerte pensé en lo que había perdido y que era la vida, por un tesoro estúpido y ben aquel momento comprendí que el mafioso tenía razón  la avaricia nos hace seres despreciables .Me convertí en la victima 101………….

No hay comentarios:

Publicar un comentario