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sábado, 25 de mayo de 2013

Amarguras relato presentado a concurso

Aqui os dejo un relato mio presentado a concurso este mes de Mayo. Espero vuestras criticas para bien y para mal.

AMARGURAS
Se abrió la puerta del ascensor y de bruces me encontré con un inmenso vacío, sentí que mi vida no valía nada, Carmen me acababa de dejar y mi vida se desmoronaba poco a poco, ya no volvería a pisar aquella mullida alfombra ni volvería a sentir el goce de su cuerpo. Veinticinco años de convivencia se habían ido a tomar por el culo de la manera más injusta y cruel, Carmen en uno de sus congresos encontró un nuevo amor quince años más joven que ella, alguien que según ella le había hecho conocer el amor de verdad, y el sexo; del sexo me dijo que nunca había experimentado nada  mejor en los veinte  años que lo llevaba practicando conmigo. A mí eso me hizo empequeñecer hasta parecer una pulga insignificante, un piojo inmundo, asestándole un duro golpe a mi hombría, ¡más aun que dejarme!. Yo podía entender que me dejara porque se había enamorado, ¿pero humillarme?, ¿Por qué?, ¿para qué?, ¿Qué sentido tenía?. Nunca creí que estaba tan resentida conmigo, siempre creía que éramos felices tal cual y como estábamos y ese fue mi mayor error, el no prender día a día la llama de la pasión. Una pasión que ahora se encargaba de darle una persona quince años menor que ella, y que como me dijo, se encargaba de darle bien, que había encontrado algo que yo no le podía dar jamás y que nunca podría superar, así que no me molestara en intentarlo porque no merecía la pena perder tiempo, ya que ella no iba a cambiar de opinión. Y sin más me echo de casa. Cuando me lo dijo sentí como si mil navajas se clavaran todas de golpe en mi corazón. Me dijo que me dejaba por mi frialdad, porque no había sabido resucitar la llama de nuestro amor, algo a lo que yo no pude contestar porque consideraba que tenía razón. Que no quería más dramas en su vida algo a lo que yo había contribuido bastante, con su  nuevo amor había conseguido algo que conmigo nunca tuvo; La risa, una risa que conmigo hacía años que se había acabado y que ahora recuperaba día tras día, ya que se había cansado de estar triste, la vida solo se vivía una vez y eso conmigo resultaba imposible de un tiempo a esta parte. Que se había acabado la oscuridad y que para ella y su nueva pareja comenzaba una primavera constante. Amargura es lo único que me quedaba, una amargura que  iba arrastrando con mi maleta hacia mi nueva vida. Que me quedaba ya, más que la tristeza, Carmen se había hartado de mí y mi recuperación seria lenta, dolorosa, pero de lo que si estaba seguro es de que me recuperaría: Lo primero que tenía que hacer era borrar de mi mente todas aquellas fobias y manías que tenía, para poder ser feliz y Carmen me había mostrado el camino.
Con las mismas me fui a un hotel donde allí se me abrió otra puerta de ascensor y dentro me encontré un montón de posibilidades y un mundo por descubrir. Lo que más me jodia de todo era que el nuevo amor de mi mujer se llamaba LAURA.

Jose Manuel Zaragoza 25 de mayo 2013

martes, 14 de mayo de 2013

Relato ganador por una antigua alumna del cole Marta Sanz UN SUEÑO MUY REAL


Aqui os dejo el relato de Marta Sanz espero os guste tanto como a mi

UN SUEÑO MUY REAL

¿Dónde estoy?... ¿Por qué todo es tan extraño?... ¿Qué habrá sucedido?... Bueno, seguiré andando...- Voy pensando mientras observo lo que me rodea – A algún sitio tendré que llegar, o eso espero...

Un gran bosque o quizás una selva es lo que me rodea. No paro de oír ruidos extraños a mi alrededor. He de reconocer que soy verdaderamente asustadiza por lo que este panorama no me tiene muy tranquila, a pesar de todo, trato de medir cada uno de mis movimientos evitando cualquier acto brusco que pueda originar mi caída, no tengo que llamar la atención a nada de lo que me rodea, ya que dudo que pueda encontrar a alguien amable vagando entre estos parajes...
¡Una luz! - Grité del entusiasmo, quizás mis suposiciones eran erróneas y no me hallaba sola - ¡Esperad!
No sé ni cómo ni por qué, pero comencé a correr tras esa luz, algo me decía que no era seguro pero no podía frenarme, algo en mi cuerpo hasta ahora desconocido hacía que la siguiera ,a pesar de que cada vez esa luz se alejaba más y más.

  ¡Esperadme! ¡Necesito ayuda! ¡No estáis solos! ¡Esperad! - Poco a poco subía más mi volumen pero seguían haciendo caso omiso de mis desesperadas palabras.

De repente, una voz salió de entre la espesura:

  Tranquila,...despierta, no es más que una pesadilla...

Al abrir los ojos descubrí que estaba en mi cuarto, acostada sobre mi cama, pero no había nadie conmigo...
     ¿De quién sería esa voz que pretendía despertarme?- Me preguntaba a mi misma.

Me levanté de la cama dirigiéndome rápida pero sigilosamente hacia la cocina a por un vaso de agua que pudiera despejarme de aquel horrendo sueño. Mientras estaba de regreso a mi cama, una fina brisa me hizo sospechar que algo no iba bien, que mi pesadilla había ido mucho más allá de lo ficticio.
Los malos presentimientos pronto serian confirmados con los hechos que estaban a la vista.
Esa brisa, ese hedor insoportable, se acentuaba cada vez más conforme me iba acercando al cuarto de mi madre. Cuando intenté abrir la puerta, el pomo cayo desprendido al suelo sin que yo pudiera evitarlo. Traté de mirar a través del pequeño orificio que dejó el pomo al caer pero ,tras el ,solo pude ver una pequeña imagen de la cama de mi madre, pero la pregunta era :¿Dónde estaba ella?.
De repente, la puerta se entreabrió aunque había algo en el suelo que impedía que se abriera del todo. Entre esa pequeña abertura me hice paso, necesitaba saber que había tras esa puerta. Sin ningún motivo, mis ojos comenzaron a llorar, noté como mi cuerpo comenzaba a temblar involuntariamente, como mi piel comenzaba a helarse de poco en poco, y es que, lo que tenia delante de mis ojos me impedía emitir sonido alguno.
Mi madre yacía en el suelo, pero no había sangre, sus ojos estaban blancos...

¡Mamá! Estoy aquí, responde por favor, no me dejes aquí... no me dejes aquí...dejes aquí...aquí...
 
Esas son las últimas palabras que recuerdo de ese día, eran las 16:00 cuando pude volver a abrir los ojos mientras trataba de articular algún sonido que tuviera sentido. Había perdido, al menos momentáneamente, la capacidad del habla pero mi boca no estaba dormida, yo la sentía, era como si hubiera olvidado el hablar, a pesar de que, realmente, eso no me preocupaba. Traté de levantar mi cuerpo de aquella incomoda cama, tenía que buscar a mi madre, tenía que llamar a urgencias, pero no había nadie allí, me encontraba sola, encerrada entre esas cuatro paredes, todas y cada una de ellas blancas como la leche, sin ningún toque de color ni de suciedad. La falta de mobiliario era lo que más curiosidad creaba en mi, ya que me impedía comprender donde me encontraba.
Finalmente saque toda mi fuerza, hasta de donde no sabia que había, para levantarme de aquella cama y dirigirme a la única puerta de la sala. Agarre fuertemente el plateado pomo, esta vez no dejaría que cayera. Para mi sorpresa y alegría, la puerta se abrió sin ningún problema, pero estaba segura de que tal alegría no podía durar mucho.

Era de noche y costaba ver mas allá de la punta de la nariz debido a la gran niebla que había esa noche en la ciudad, pero eso no me impidió confirmar que me hallaba en mi ciudad, a pesar de que el terrible hedor que había en el ambiente me hacia pensar que estaba en zona de puerto, cerca de algún mar o rio que verdaderamente olía a pescado muerto aunque también me hizo recordar el olor que desprendía el cuarto de mi madre aquella noche en la que ella yacía en el suelo. Los edificios me eran familiares, estaba en la Plaza Mayor, en el centro de la ciudad, por lo que decidí dirigirme de nuevo hacia mi casa. No paraban de venirme preguntas sobre como estaría mi madre después de haberla dejado ahí sin haber llamado a nadie y haberme marchado aunque fuera inconscientemente. El sentimiento de culpabilidad podía en esos momentos conmigo, me sentía muy débil.
En cuanto comencé el camino de vuelta a mi casa la voz que me había despertado de la anterior pesadilla había vuelto, estaba en algún lugar de mi alrededor, pero dónde...

Vuelve hija, deja de...soñar...

No haré caso, intentan controlarme, pero yo podre más... - Pensé en voz alta.

La voz no ceso durante los más de quince minutos que me costó llegar a mi casa. Lleve la mano al bolsillo derecho donde guardo mis llaves, pero el bolsillo estaba vacío. Tras un rato de incesable búsqueda entre mi vestimenta, recordé la llave que mi madre y yo guardábamos en la ventana de la terraza para esos casos en los que, o bien ella, o bien yo, nos olvidábamos las llaves.
Abrí la puerta y fui corriendo al cuarto de mi madre sin prestar la más mínima atención al resto de la casa. Cuando llegué, grande fue mi sorpresa. Mi madre ya no estaba allí.
Llevaba ya un tiempo sin comer, no sabría precisar si eran horas o días, solo sé que tenia hambre, y note como mi cuerpo se venia abajo.
En aquel momento, la voz regresó:

  Vuelve hija...no caigas...sé que tu eres fuerte...aguanta...

De fondo oía un pitido constante. Había muchas voces envolviéndola voz principal pero esta vez descubrí, que esa voz principal era la de mi madre.
Me deje caer, no podía mas.

El pitido esta vez era intermitente y las voces cada vez mas fuerte. Hice acopio de tosas mis fuerzas y abrí los ojos. Vi a mi madre enfrente de mi, no paraba de llorar aunque su cara comenzó a esbozar una pequeña sonrisa al ver que yo despertaba.
Miré a mi alrededor, ahora si que me encontraba en un médico. Mi camilla estaba rodeado de médicos y enfermeras que poco a poco se fueron calmando entre murmullos.

¿Qué ha pasado mamá? ¿Por qué estoy aquí? ¿Tu estas bien? - Comencé a preguntar impacientemente en busca de respuestas.

Cálmate hija. Yo estoy bien, a mi no me ha pasado nada.- Me dijo mi madre con voz muy calmada mientras se secaba las lagrimas.

¿Cómo que no? ¡Yo te vi en el suelo inconsciente!- Mi cabeza no podía asimilar lo que oía.

Cálmate, eso fue producto de tu imaginación, nada mas. - Insistía mi madre.

La mire con una sonrisa asintiendo aunque mi mente seguía sin creer del todo lo que me decía pero necesitaba saber más.

                Y yo, ¿Qué hago yo aquí?

                Tuviste un accidente contra una furgoneta que te atropelló y se dio a la fuga.

Ahora ya me empezaban a encajar las piezas del rompecabezas... La furgoneta, los faros que se alejaban, el desmayo, los pitidos, el médico...

                Lo siento mamá. - Yo no recordaba nada, pero temía haber sido la causante del accidente.

                 No te disculpes, lo importante es que estés bien y te recuperes pronto.

Gracias mamá – Le dije sonriendo...

viernes, 8 de marzo de 2013

Amelia

Me he atrevido a intentar escribiros un pequeño relato por que las mujeres os lo merecéis  porque cada día para vosotras tendría que ser internacional, espero os guste, se que a lo mejor no esta bien escrito ya me perdonareis pero es lo que sentía en ese momento.



Amelia
Amelia Gómez era una mujer bastante normal, a sus cincuenta años de vida no aspiraba a otra cosa que dar a sus hijos una buena educación para que pudieran buscarse la vida con las menos complicaciones posibles, y para ello lo primero que tuvo que hacer es quitarse a un marido borracho y maltratador.
Amelia se levantaba todos los días, de lunes a domingo a las cinco de la mañana para ir a limpiar primeramente a casa de unos señores y dejarles la comida preparada, eso le ocupaba cuatro horas de la mañana, las otras cuatro las ocupaba en diversas tareas, desde sacar ancianos a pasear hasta pasear algún perro al parque. Pero aún así Amelia era una mujer feliz, su pensamiento era; “Si otros están peor que yo,”   con ver a sus dos hijos felices y estudiando era bastante para ella, y eso que Amelia para sus cincuenta años no era mujer que estuviera nada mal, si acaso tenía unos kilitos de más, pero eso no le importaba. Alta con una melena negra que le llegaba hasta la cintura y un imponente físico, ya que con sus ojos verdes almendrados que destacaban en una tez morena, era una mujer llamativa, siempre pasaba por una obra a las siete de la mañana y siempre como cada mañana se llevaba los piropos de José un albañil cincuentón, hasta una carta de amor que Amelia rehusó por miedo a su anterior fracaso le escribió el tal José. Pero no penséis que Amelia estaba triste, ella trabajaba mucho si, pero le compensaba el haberse librado de un marido cabrón, y para ella el haberse quitado el miedo que le tenía ya era una batalla ganada.
Para Amelia pasaron los años poco a poco, casi sin enterarse trabajando sin descanso y sin apenas tiempo para ella, nunca se quejó ni protesto. Lo mejor que le paso fue cuando se graduaron los gemelos, uno en derecho y otro en económicas, en ese momento Amelia vio su recompensa a tanto esfuerzo durante años de duro trabajo, y desde entonces Amelia fue un poco más feliz.
Ahora Amelia ya no trabaja, se la llevo uno de sus hijos a Canadá, allí vive feliz junto a su familia con dos nietos encantadores que llenan todo su tiempo. Al otro hijo lo tiene cerca ya que vive en el norte de Estados Unidos. José el albañil también vive con ellos, las cartas de amor que le enviaba hicieron su efecto,
             “Querida Amelia te escribo pensando en tu mirada, en tu andar, en la manera
               de atusarte el pelo y en la manera de cómo me sonríes al pasar. Imagino una
              vida maravillosa a tu lado, cuidándote, mimándote y colmándote de atenciones,
              imagino una vida amándote a todas las horas del día, y que para nosotros siem-
            pre sea San Valentín.”
Amelia por fin fue feliz en la vida.
José Manuel Angulo García
 Zaragoza 8 de marzo de 2013
A todas las mujeres, que todos y cada uno de sus días sean el día internacional de la mujer.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Relato El viejo y la Navidad

Aqui os dejo esta vez un pequeño relato y por supuesto un vídeo que espero os guste.



Aquí estoy sentado en mi vejez, al lado de la ventana, recluido en esta silla infernal de la cual hace ya diez años no me puedo separar, sin otro aliciente que ver como cae la lluvia densamente a través del cristal. En la calle veo a través de las gotas de lluvia como relucen las luces que atraviesan la calle de una Navidad que esta próxima. Veo como una madre con sus dos hijos corre para cruzar la calle, cargada de bolsas de regalos, seguramente ultimando las últimas compras. Esto me trae recuerdos de mi niñez, dónde todo era más simple; la Navidad se esperaba para comerte un buen pollo guisado, algo con lo que no contabas todos los días, los regalos se limitaban a algún jersey que tejía tu madre o abuela, y algún juguete de madera como camiones o carros que te hacían artesanalmente tu padre o tíos. Luego fui creciendo y a la vez que crecía la navidad cambiaba, ya no era como antes, gracias a que nuestras economías iban mejor, tuve un trabajo estable lo que me hacia llevar a casa de mis padres lo que ellos no habían tenido. Estudie a la vez que trabajaba y me labre un porvenir, con lo que vinieron mejores Navidades. Estas ya no consistían en pollo guisado y regalos de tercera, aquí ya había marisco, ternera y jamón ibérico, para mis sobrinos los regalos eran los juguetes de última generación. Luego conocí a María, mi dulce María, lo tenía todo guapa, dulce, encantadora, esplendida. Con ella las navidades eran diferentes, eran dulzura, amabilidad, risas, todo eso a parte de comer beber y hacernos regalos. Me case con maría un 21 de Diciembre, nuestra luna de Miel la decidimos pasar con las familias de ambos, encerrados en una casa de campo en la montaña, nunca pase unas navidades igual, las mejores de toda mi vida. Nunca tuvimos hijos, no pudimos por desgracia, algo que tampoco nos importo mucho, éramos felices el uno con el otro, vinieron otras navidades y con María siempre eran como si nunca hubiera vivido otras. Aún la recuerdo cuando estaba concentrada y sacaba la punta de la lengua entre los labios, o su risa cantarina que contagiaba a todos los que nos encontrábamos alrededor. A María se la llevo un cáncer y con ella se fue mi navidad y mi alegría. Y ahora aquí estoy en el ocaso de mi vida sentado a la misma silla de siempre, dónde me he vuelto a reencontrar con mi vieja amiga la Navidad de la mano de Carlos, otro viejo estúpido como yo, como el mismo me dice y se echa a reír. Carlos digamos que me ha adoptado junto a su familia, hijos y nietos, ya que la mía (sobrinos a distancia) no quieren saber nada de mí. Con Carlos me han vuelto las ganas de vivir antes perdidas, y solo pido que se me lleve antes a mí que a él…. Y ahora os deja este viejo, que se va a ayudar a Carlos y las chicas de la residencia a decorar los pasillos con cintas y bolas de colores, para aportar nuestro granito de arena y si podemos hacer felices a algunas personas pues mejor. Y, recordar ser y hacer felices a los demás y que nadie absolutamente nadie os amargue la vida. ¡¡¡FELIZ NAVIDAD DE UN VIEJO ALEGRE OTRA VEZ!!! , un momento que me dice Carlos que él también os desea Feliz navidad. José Manuel Angulo Zaragoza 2012