Aqui os dejo el relato de Marta Sanz espero os guste tanto como a mi
UN SUEÑO MUY
REAL
– ¿Dónde
estoy?... ¿Por qué todo es tan extraño?... ¿Qué habrá sucedido?... Bueno,
seguiré andando...- Voy pensando mientras observo lo que me rodea – A algún
sitio tendré que llegar, o eso espero...
Un gran bosque o quizás una selva es lo que me rodea.
No paro de oír ruidos extraños a mi alrededor. He de reconocer que soy
verdaderamente asustadiza por lo que este panorama no me tiene muy tranquila, a
pesar de todo, trato de medir cada uno de mis movimientos evitando cualquier
acto brusco que pueda originar mi caída, no tengo que llamar la atención a nada
de lo que me rodea, ya que dudo que pueda encontrar a alguien amable vagando
entre estos parajes...
¡Una luz! - Grité del entusiasmo, quizás mis
suposiciones eran erróneas y no me hallaba sola - ¡Esperad!
No sé ni cómo ni por qué, pero comencé a correr tras
esa luz, algo me decía que no era seguro pero no podía frenarme, algo en mi
cuerpo hasta ahora desconocido hacía que la siguiera ,a pesar de que cada vez
esa luz se alejaba más y más.
– ¡Esperadme!
¡Necesito ayuda! ¡No estáis solos! ¡Esperad! - Poco a poco subía más mi volumen
pero seguían haciendo caso omiso de mis desesperadas palabras.
De repente, una voz salió de entre la espesura:
– Tranquila,...despierta,
no es más que una pesadilla...
Al abrir los ojos descubrí que estaba en mi cuarto,
acostada sobre mi cama, pero no había nadie conmigo...
– ¿De
quién sería esa voz que pretendía despertarme?- Me preguntaba a mi misma.
Me levanté de la cama dirigiéndome rápida pero
sigilosamente hacia la cocina a por un vaso de agua que pudiera despejarme de
aquel horrendo sueño. Mientras estaba de regreso a mi cama, una fina brisa me
hizo sospechar que algo no iba bien, que mi pesadilla había ido mucho más allá
de lo ficticio.
Los malos presentimientos pronto serian confirmados con
los hechos que estaban a la vista.
Esa brisa, ese hedor insoportable, se acentuaba cada
vez más conforme me iba acercando al cuarto de mi madre. Cuando intenté abrir
la puerta, el pomo cayo desprendido al suelo sin que yo pudiera evitarlo. Traté
de mirar a través del pequeño orificio que dejó el pomo al caer pero ,tras el
,solo pude ver una pequeña imagen de la cama de mi madre, pero la pregunta era
:¿Dónde estaba ella?.
De repente, la puerta se entreabrió aunque había algo
en el suelo que impedía que se abriera del todo. Entre esa pequeña abertura me
hice paso, necesitaba saber que había tras esa puerta. Sin ningún motivo, mis
ojos comenzaron a llorar, noté como mi cuerpo comenzaba a temblar involuntariamente,
como mi piel comenzaba a helarse de poco en poco, y es que, lo que tenia
delante de mis ojos me impedía emitir sonido alguno.
Mi madre yacía en el suelo, pero no había sangre, sus
ojos estaban blancos...
– ¡Mamá!
Estoy aquí, responde por favor, no me dejes aquí... no me dejes aquí...dejes
aquí...aquí...
Esas son las últimas palabras que recuerdo de ese día,
eran las 16:00 cuando pude volver a abrir los ojos mientras trataba de
articular algún sonido que tuviera sentido. Había perdido, al menos
momentáneamente, la capacidad del habla pero mi boca no estaba dormida, yo la
sentía, era como si hubiera olvidado el hablar, a pesar de que, realmente, eso
no me preocupaba. Traté de levantar mi cuerpo de aquella incomoda cama, tenía que
buscar a mi madre, tenía que llamar a urgencias, pero no había nadie allí, me
encontraba sola, encerrada entre esas cuatro paredes, todas y cada una de ellas
blancas como la leche, sin ningún toque de color ni de suciedad. La falta de
mobiliario era lo que más curiosidad creaba en mi, ya que me impedía comprender
donde me encontraba.
Finalmente saque toda mi fuerza, hasta de donde no
sabia que había, para levantarme de aquella cama y dirigirme a la única puerta
de la sala. Agarre fuertemente el plateado pomo, esta vez no dejaría que
cayera. Para mi sorpresa y alegría, la puerta se abrió sin ningún problema,
pero estaba segura de que tal alegría no podía durar mucho.
Era de noche y costaba ver mas allá de la punta de la
nariz debido a la gran niebla que había esa noche en la ciudad, pero eso no me
impidió confirmar que me hallaba en mi ciudad, a pesar de que el terrible hedor
que había en el ambiente me hacia pensar que estaba en zona de puerto, cerca de
algún mar o rio que verdaderamente olía a pescado muerto aunque también me hizo
recordar el olor que desprendía el cuarto de mi madre aquella noche en la que
ella yacía en el suelo. Los edificios me eran familiares, estaba en la Plaza
Mayor, en el centro de la ciudad, por lo que decidí dirigirme de nuevo hacia mi
casa. No paraban de venirme preguntas sobre como estaría mi madre después de
haberla dejado ahí sin haber llamado a nadie y haberme marchado aunque fuera
inconscientemente. El sentimiento de culpabilidad podía en esos momentos
conmigo, me sentía muy débil.
En cuanto comencé el camino de vuelta a mi casa la voz
que me había despertado de la anterior pesadilla había vuelto, estaba en algún
lugar de mi alrededor, pero dónde...
– Vuelve
hija, deja de...soñar...
– No haré
caso, intentan controlarme, pero yo podre más... - Pensé en voz alta.
La voz no ceso durante los más de quince minutos que me
costó llegar a mi casa. Lleve la mano al bolsillo derecho donde guardo mis
llaves, pero el bolsillo estaba vacío. Tras un rato de incesable búsqueda entre
mi vestimenta, recordé la llave que mi madre y yo guardábamos en la ventana de
la terraza para esos casos en los que, o bien ella, o bien yo, nos olvidábamos
las llaves.
Abrí la puerta y fui corriendo al cuarto de mi madre
sin prestar la más mínima atención al resto de la casa. Cuando llegué, grande
fue mi sorpresa. Mi madre ya no estaba allí.
Llevaba ya un tiempo sin comer, no sabría precisar si
eran horas o días, solo sé que tenia hambre, y note como mi cuerpo se venia
abajo.
En aquel momento, la voz regresó:
– Vuelve
hija...no caigas...sé que tu eres fuerte...aguanta...
De fondo oía un pitido
constante. Había muchas voces envolviéndola voz principal pero esta vez
descubrí, que esa voz principal era la de mi madre.
Me deje caer, no podía mas.
El pitido esta vez era
intermitente y las voces cada vez mas fuerte. Hice acopio de tosas mis fuerzas
y abrí los ojos. Vi a mi madre enfrente de mi, no paraba de llorar aunque su
cara comenzó a esbozar una pequeña sonrisa al ver que yo despertaba.
Miré a mi alrededor, ahora
si que me encontraba en un médico. Mi camilla estaba rodeado de médicos y
enfermeras que poco a poco se fueron calmando entre murmullos.
– ¿Qué ha
pasado mamá? ¿Por qué estoy aquí? ¿Tu estas bien? - Comencé a preguntar
impacientemente en busca de respuestas.
– Cálmate
hija. Yo estoy bien, a mi no me ha pasado nada.- Me dijo mi madre con voz muy
calmada mientras se secaba las lagrimas.
– ¿Cómo que
no? ¡Yo te vi en el suelo inconsciente!- Mi cabeza no podía asimilar lo que
oía.
– Cálmate,
eso fue producto de tu imaginación, nada mas. - Insistía mi madre.
La mire con una sonrisa asintiendo aunque mi mente
seguía sin creer del todo lo que me decía pero necesitaba saber más.
–
Y yo, ¿Qué hago yo aquí?
–
Tuviste un accidente contra una furgoneta que te
atropelló y se dio a la fuga.
Ahora ya me empezaban a encajar las piezas del
rompecabezas... La furgoneta, los faros que se alejaban, el desmayo, los
pitidos, el médico...
–
Lo siento mamá. - Yo no recordaba nada, pero
temía haber sido la causante del accidente.
–
No te
disculpes, lo importante es que estés bien y te recuperes pronto.
– Gracias
mamá – Le dije sonriendo...
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